Tal vez la tristeza es un sentimiento que debería ser sino eliminado al menos sancionado, encausarla para con ello evitar grandes males, entre ellos tal vez los suicidios, no la totalidad de ellos, ya que existen los cometidos por personas profundamente tristes pero también están los que lo hacen por otras razones diferentes sin duda, sería bueno para estas cuestiones conocer el porqué de su decisión, pero a ellos que les puede interesar lo que vayan a dejar para los vivos, y más para tratar de darle sentido a estas palabras sin sentido, y aunque es verdad que de ese innoble sentimiento grandes artistas han producido grandes obras, pienso en sus creadores y se me revuelve el estómago, artistas acometidos por la tristeza, los imagino sometidos a la presión de grandes océanos, con la cabeza repleta de ideas, como gusanos arrastrándose en el fango, y no puedo disfrutar más su creación, pobre hombre, no le puedo ni invitar una cerveza. La locura es justificada, pero la tristeza suprimida debe ser.
Imagino a parejas descorazonadas formadas en largas y burocráticas filas pagando multas por llevar días de tristeza y llanto, es claro que pagarían más los que hubieran salido con verdaderos imbéciles, estoy seguro que se apurarían más en conseguir otro clavo, enfocándose en lo importante, sabiendo que no tenemos tantas vidas como los gatos. Las penas más elevadas sin duda serían las que se deriven de frivolidades, como perder el trabajo o algún objeto personal, o estar triste porque perdió otra vez la selección, o porque ganó Trump, todos ellos a pagar.
Un día, hace ya muchos años, mi madre me mandó a la tienda, en el camino vi como atropellaban a un perro y vi que se alejaba llorando ensangrentado, me sentí mal por él, regresé a casa con las manos vacías, sintiendo ese malestar en el estómago que me hizo empalidecer, mi mamá al preguntarme por lo que me había encargado notó mi cara descolorida, no le hablé de lo sucedido, que iba a saber de la tristeza, le dije de mi dolor de panza, abrió un cajón de la cocina y me dio un mejoralito, su sabor a naranja calmó todos mis males.
Pablo Jara.
*Melancolia. Alberto Durero.