A Manolo. Víctor Hugo Ávila Velázquez.
Hace un canto el llanto lánguido de mi hijo un poco fingido que a cada tanto más se hace río. . Víctor Hugo Ávila Velázquez *Ilustración: Bronzino. Portrait of Eleanor of Toledo and Her Son.
Hace un canto el llanto lánguido de mi hijo un poco fingido que a cada tanto más se hace río. . Víctor Hugo Ávila Velázquez *Ilustración: Bronzino. Portrait of Eleanor of Toledo and Her Son.
Vas entrando en el pórtico de lo obsoleto. No hay poemas y mucho menos flores. Todo se vuelve drama. Ve escogiendo la madera de tu baúl. Ese baúl que también será obsoleto. Cecilia Ávila Velázquez. *Ilustración: Ivan Nikolaevich Kramskoi. Jesus in the desert. 1872.
Sobre hojas secas a la histeria se le deja caer y ya mañana vendrá la flama para hacerla arder. Víctor Hugo Ávila Velázquez. *Ilustración: Hendrick Goltzius Sine. Without Ceres and Bacchus, Venus Would Freeze. 1600.
Me detengo hurgando las tristezas bajo a tus lágrimas mientras farfullas cierro mi boca, tú cierras los ojos. . Alcanzaste el pesimismo, hablas de conveniencias, alargo mi jadeo, el tuyo enmudece. . Noche trágica de apretadas penas -hay cerezas en pleno sol de invierno- la soledad y tú parecen ser inseparables. . Te haré parar,
Que de adolescentes, recuerda mi primo,
yo le sugería que el no hacer nada, algo era.
Pues muchas veces al vernos nuestros padres
que nada hacíamos, cuando quizá eso parecía,
Ahí está, el abismo viendo en ti tanto buscaste, hurgaste hasta sangrar y ahora que por fin te encuentras te evades, no sabes qué hacer con los días que restan solo observas. Cada que levantas la vista sientes el absurdo, lo vives en ese eterno atardecer, los colores en la vida se van reuniendo, mezclándose
Ser es paso; sea Movimiento o Camino a ser. . Como a Devenir; sea lo que le sucede le acontece sin serlo. . Porque, también, no siendo se es. . Víctor Hugo Ávila Velázquez *Ilustración: Parménides de Elea; La escuela de Atenas. Rafael Sanzio. 1509.
Te cuento, madre, lo que un hombre viejo me contó. Yo dormía y a mis sueños vino. Él era delgado y arrugado, me veía con sus ojos miel. Me pedía que me acercara a escucharlo. Hijo, me dijo, vengo a contarte algo que quieres oír. Así que atiende mis palabras y escucha; “Aún no era
Cartas atadas por las llamas aquellas que pensaste que no resurgirían pero el fuego alumbra la más oscura noche. No eran sólo cartas ¿te diste cuenta? no suspires porque el fuego cambia. No puedo escribir sin pecado alguno y el pecado quema. Cecilia Ávila Velázquez *Pintura: Le grand siecle. Cesar Moro. 1935.