Alejo Carpentier desde 1974 me adornaba un concierto barroco de Vivaldi de 1733. Acabada la novela fui a oír la ópera que se menciona, se llamaba Motezuma, era un drama de tres actos, la cual, en la novela, el criollo reprobó por falta de veracidad.
En somnoliento parpadeo la pomposa obra musical ya casi terminaba, cuando en el tercer acto, un notorio y popular violín me despertó de un sobresalto, atento me hundí en lo que parecía ser La primavera, justo el primer allegro de las cuatro estaciones, sin embargo, acá en Motezuma era tal el parecido que dudé si seguí en ese drama, y era cierto, seguía ahí, pero en esta ópera era un coro, era el canto de un guerrero el que repetía la famosa armonía. Para que no hubiera duda, volví a escuchar esa parte y lo comprobé, oh vaya, esto me hizo sentir alegre. ¡Entusiasmado la señalé, me reí de su variante, me sentí dichoso de escuchar como Vivaldi se reescribía, se corregía, podría decirse que se plagiaba a sí mismo! Él tenía este canto alegre para sí mismo, el cual siempre volvía a sus obras; era su pequeño retorno, su ritornello que saltaba entre obras y piezas. Que hermosa era la composición.
Les comparto primero el extracto de Motezuma, el tercer acto justo en el coro.
Ahora, la célebre primavera.
Arrebatado, como me imagino que también han de estar ustedes, decidí investigar un poco más, ver qué opinión tenían los amantes de la música ante tal composición, pero, ¡oh desdicha! aquí acaba la ensoñación amigos, aquí es donde el capricho, por querer llegar al fondo de las cosas, corrompe el buen espíritu del hombre que descubre algo y que debió quedarse ahí sin más ni menos. Quedarse con esa dicha, ser alegre y conformarse, pero no, damas y caballeros, no pude quedarme ahí y tuve que indagar.
He aquí lo que encontré, una versión bastante diferente del canto del guerrero:
Aturdido y molesto, como el criollo de la novela ante tal bochorno de que la verdad florezca, busqué porque era tal la diferencia entre la misma composición, siendo la misma obra, y pronto tropecé con esta noticia:
Motezuma se estrenó en Venecia en el Teatro Sant’Angelo, el 14 de noviembre de 1733. A partir de este momento, la ópera se dio por desaparecida. No fue hasta 2002 en que se redescubre la partitura, incompleta, de Motezuma en un archivo berlinés secuestrado por el ejército ruso durante la Segunda Guerra Mundial. Alessandro Ciccolini completó los recitativos faltantes. El 10 de diciembre de 2006 se reestrenó en Heidelberg, Alemania, en el Castillo de Schwetzingen.
(Fuente: http://www.kareol.es/obras/moctezuma/moctezuma.htm).
La primera versión, que yo escuché, es del director Jean Claude Malgoire, del año 1992. La otra versión es del director Alan Curtis, del año 2005. Ambas versiones son variables o invenciones ante la música perdida, quizá podría decirse que son aproximaciones de lo que pudo haber sido una composición de Vivaldi, pero no lo es, no es la escritura de Vivaldi la que se repitió a si misma, por tal razón estos compositores, o arreglistas, se les hizo más fácil discernir sobre ese primer allegro como el canto de victoria de un guerrero. Esto fue una verdadera decepción. Mi alegría y mi sonrisa se desvanecieron al instante.
Irónicamente, el personaje criollo de Alejo Carpentier que le desacreditó a Antonio Vivaldi el libreto de Motezuma por ridículamente fantástico y falso, se ha vuelto tan empático para mí en toda esta desgracia, que ahora yo siento esa rabia, y aún más, soy yo el que desacredita a Jean Claude Malgoire, y a su orquesta, de que su interpretación fuera tan burlesca, artificiosa y, sobre todo, tan ilusoria que nada más vino a emocionarnos a los que amamos la reescritura, a los que cortejamos con la reinvención y que en mala hora vino a arruinar esos encuentro asombrosos, que casualmente se dan, cada doscientos cincuenta años.
Víctor Hugo Ávila Velázquez.
*Ilustración: Musicos barrocos florencianos pintados por otro florenciano, eso supongo. Sí alguien sabe el pintor: digalo.