Anoche creí verte entre la penumbra, traté de hablarte con un grito ahogado por un nudo en la garganta, la desesperación me hizo correr hacia a ti, viendo cómo te alejabas lentamente con puta indiferencia, veía el paisaje pasar rápidamente ante mis ojos, los árboles pasaban cerca, sus ramas susurraban mis oídos burlándose de mí, escuchaba las hojas rugir estrepitosamente en ese silencio devastador, explotando bajo mis pies contra el piso, tu imagen desaparecía, mis pulmones sucumbían… mi paso se alentaba, mis ojos se llenaban de lágrimas, ajados y rojos, mi respiración agitada se calmaba ante la frustración, la oscuridad me había alcanzado, la soledad era inminente, inhalé, cerré los ojos por un momento, sostuve el aire y exhalé, ahí me di cuenta que nunca me acostumbré a tu presencia y menos con tu ausencia. Que jodida es la mísera, que maldito es el amor y cuanto dolor provocó ese adiós.
Emilio Cabral.
* Hippolyte Flandrin – “Joven junto al mar” (1835-1836, óleo sobre lienzo, 98 x 124 cm, Museo del Louvre, París).
Não se deixe alcançar pela obscuridade