Si mudáramos de piel como las serpientes, al estar expuestos a la orilla del charco, veríamos en nuestro reflejo una masa de carne con huesos, sin cara, sin dientes, nos convertiríamos en sal como la esposa de Lot o en piedra como la Medusa.
El llanto en la infancia te daba todo, ahora las lágrimas te ahogan el alma.
Cada invierno te despojas de algo y sabes que al final la soledad es sólo para los valientes.
Melina Alejandra González Aldana.
*Francisco Pradilla – “Doña Juana la loca” (1877, óleo sobre lienzo, 340 x 500 cm, Museo del Prado, Madrid).