Últimamente he notado que varios adultos mayores se me quedan viendo, así como extrañados, fija e insistentemente… y yo me sorprendo y digo: “Pinche viejillo, qué pedo… porque se me queda viendo o que trae…”. Pasan unos segundos y entonces, me doy cuenta de que yo soy otro pinche viejillo y que seguramente ese dulce ancianito es un wey que estuvo conmigo en el Tec. o en uno de mis primeros trabajos y que muy probablemente es MENOR que yo. Me cago de risa, ahí a media calle (de verdad lo hago) y sigo caminando, confirmando con esto que no solo soy un pinche viejillo… sino que también estoy loco.
Lo extraño es que por alguna extraña razón… no lo tengo claro… claro, porque estoy loco.
Armando Castro Contreras.
Ilustración: El huésped sin invitación. Adolf Menzel. 1844.