La carta. Enrique Husim.

Era tarde noche cuando todo comenzó, Emilio salía de su casa para ir a tirar la basura, se dirigía al contenedor que estaba a un par de cuadras cortas de donde vivía, caminaba mientras pensaba en que ya está por comenzar su programa favorito, nunca se perdía un capitulo, lanzo la gran bolsa de basura al contenedor, miro su reloj, un reloj viejo que le había regalado una exnovia y que el aún conservaba, – Estoy a tiempo son las 8:13 pm, aun alcanzo a ir a la tienda por un refresco – se dijo a sí mismo, apenas había dado la vuelta dándole la espalda al gran contenedor cuando casi se tropieza con un arreglo de flores tirado en el suelo, se trataba de al menos unas 20 rosas rojas con algunas otras flores que el desconocía,  – Válgame, ¿Qué mujer las habrá tirado? Están muy bonitas –,  se dijo así mismo mientras logró ver un trozo de papel del que apenas sobresalía entre los pétalos de las rosas, se agacho curioso para ver de qué se trataba y tomándolo de una esquinita lo sacó, se trataba de una carta, no tenía remitente ni dirección alguna, sólo un único nombre al frente, “Maribel García”. Emilio sintió la sensación de que había dado con algo con lo que no debía de haberse encontrado, levantó la mirada y miró a todos lados por si alguien le veía, se encontraba completamente solo, así que tomó la carta y la guardó en su bolsillo derecho, aún no sabe que le impulsó a llevársela, incluso hasta el arreglo de flores, le parecía muy bonito como para dejarlo ahí nada más, llegó a la tienda y compro 2 cigarros y un refresco bajó la mirada curiosa del tendero quien no le preguntó nada, volvió a casa y dejó el arreglo de rosas en su mesita de centro, entró a su baño cerrando la puerta, Emilio vivía solo y jamás cerraba la puerta, pero esa noche sentía que había encontrado algo especial.

El televisor estaba encendido y a pesar de que ya había comenzado su programa favorito, el sólo miraba el frente de la carta mientras permanecía sentado en la taza del baño – Maribel, ¿quién será Maribel? – . Giró la carta y vio rastros de cera, una cera roja que seguramente sirvió como sello para resguardar su contenido, cosa que impresionó a Emilio pues pensó que si esto lo habría escrito un hombre, pues es de esa clase de hombres que se toman en serio esos detalles que no se tienen ya en estos días, abrió el sobre y sacó la misteriosa carta. Su primera impresión es que la letra con la que estaba escrita era bonita, le pareció que alguien se había dado su tiempo para escribir aquello cuidando el tener una letra legible, en ese momento Emilio se bajó los pantalones y se sentó en la taza para hacer sus necesidades, encendió un cigarrillo y comenzó a leer:

Querida Maribel:

Antes que nada quisiera pedirle una disculpa por el atrevimiento de haberle mandado semejante arreglo floral a su trabajo, sé que es usted una mujer casada, es sólo que necesito que sepa usted de mí, me urge que se entere de mí. Llevamos años trabajando en el mismo lugar, así es, trabajamos en la misma empresa y a pesar de eso usted no sabe quién soy yo, pero yo sé quién es usted, usted es la mujer que me quita el sueño todas las noches, es la tinta que me inspira para permanecer en vela escribiéndole poesía a la luna que veo en sus ojos, es la canción que sale de mis labios cuando a solas pronuncio su nombre, usted es la única razón por la que yo asistía a este trabajo con una sonrisa, así es Maribel, verle todos los días me hace sonreír.

Maribel, no tiene caso que intente adivinar quién soy yo, pues realmente no sabe mi nombre, pues no soy nadie de sus conocidos en la oficina en al que se encuentra, le diré que soy uno de los empleados que ha sido despedido hace una semana y que lo que me impulsa a tener este detalle hacia usted es por el hecho de que es el  corazón quien me impulsa a hacerlo.

Maribel, yo la amo, la he amado desde la primera vez que la vi, la amo de una manera que ni yo mismo me puedo explicar, la amo a rabiar de celos por el hecho de que usted se debe a su marido, más sin embargo la amo, amo cada contorno de su cuerpo, amo cada uno de sus cabellos castaños, amo cada coyuntura que se le dibuja en la cara cada que sonríe, amo hasta la manera en la que usted ignora mi existencia.

Amo el timbre de su voz con la cual saluda dando los buenos días, Maribel, soy un espectador de su belleza y esta es mi manera de poder agradecerle lo especial que usted ha sido para mí en todos estos años. Jamás hemos cruzado palabra alguna usted y yo, más que solo un par de miradas, miradas que para usted no significaron nada pero que para mí lo fueron todo.

Le suplico me disculpe, pues le repito, sé que es usted una mujer casada,  por esa misma razón y por respeto a su esposo prefiero que no sepa más de mí, más de lo que ya le he comentado, también sé que las rosas que le he regalado este día podrían representarle un asunto incomodo de explicar al llegar a su casa, no se preocupe, déjelas junto al basurero que se encuentra en la esquina de la calle Olmos y Pirules, está tan solo a unas cuadras de su trabajo, no las tire a la basura, se lo ruego, sólo déjelas en el suelo, yo pasaré por ellas a las 8:15.

Sin nada más por decirle me despido de usted como su admirador secreto, siéntase libre de quemar esta carta después de leerla.

Por siempre suyo, al menos en mis sueños:

J.G.

Emilio tira la colilla dentro de la taza y le baja, – Vaya, Quien quiera que sea este tal  J.G. tiene un severo conflicto, creo que a estas alturas debe tener una impresión errónea, me traje las flores, ¿Pensara que ha sido Maribel quien se las ha quedado? – . Se dice a sí mismo, se sirve un vaso del refresco que ha comprado, el timbre de su casa comienza a sonar, le parece extraño que alguien le visite a esas horas entre semana, se asoma por la ventanilla lateral de su salita, pero no logra ver de quien se trata, le estorba un árbol, así que abre la puerta encontrándose con la mujer más hermosa que ha visto en su vida, – Hola, ¿eres J.G.? –, le pregunta ella, – ¿Ma…Maribel?– tartamudea, – Te vi recogiendo las flores que me mandaste, no pude evitar seguirte –,  ella pasa sin esperar a que Emilio la invite, la puerta se cierra tras ella.

 

Escrito por: Enrique Husim

*Ramón Casas. La modernidad anhelada.

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