No estaba sintiendo nada, mi ego se estaba desmoronando, estaba decayendo con el ocaso del día, derruido y arrumbado, temblando por dentro, sin siquiera sentir miedo por mí, por mi situación, no me importaba nada, traté de buscar opciones dentro de lo que quedaba de cordura en mí, pero todo se estaba consumiendo, expandiéndose como cáncer, tragándome vivo, y yo sólo era un espectador, un espectador viendo por ultima vez esos ojos cafés que alguna vez amé.
Aquella tarde de verano, cuando probé la comida, la masticaba pasándola de un lado a otro por mi boca, pero no le encontré sabor alguno, no sentí placer al comer, fue la primera señal de que algo no estaba bien, algo empezaba a decaer dentro de mí, caminé al patio para recibir la primera tormenta de verano, me senté, levanté la vista, ahí estaban esas nubes negras, acercándose a mí, estaba ansioso por oler la tierra mojada, deseaba que el olor me regresara a mis días de niñez, a esos refugios espirituales dentro de mi que me hacen sentir bien, pero, mi olfato no respondió, ya no había mas refugio, ni emoción, ni recuerdos, todo estaba derruido, fue la segunda señal de que algo estaba por ocurrir. Desconcertado y acongojado, estaba siendo desterrado de mi propio ser, y no tenia fuerza para luchar, sólo estaba ahi sentado, impotente, viendo como las gotas de lluvia empezaban a caer sobre mí, alcé la cara para sentir la sensación de la lluvia, sentir las gotas caer sobre mi cara, sentir su frio, noté que la conexión que tenía con mi entorno estaba rota, la lluvia hizo que se oscureciera todo a mi alrededor, dejándome en penumbra, alimentando mi sugestión, mis sentidos ya no me respondían, sin virtud alguna volví adentro para encontrar más oscuridad, te encontré en la sala, con una vela en la mano, me senté enfrente de ti, para analizar la situación, esperando el pinchazo de emoción al verte, pero no fue asi, veía que movías la boca, gesticulando palabras, pero no te escuchaba, no entendía lo que tratabas de decirme, éramos dos personas hablando idiomas diferentes, intentando encontrar una forma de entendernos te acercaste, te desnudaste ante mis ojos, buscando una reacción en mí, buscando con el lenguaje del amor, no pude, ya no poseo el sentimiento más puro, grité para mí mismo, qué me estaba pasando, todo lo estaba viendo desde una perspectiva en tercera persona, todo se volvió tan surreal, no había más nada.
Hui de la casa esa misma noche, de mí mismo, de todo, empecé a hacer una larga caminata con la lluvia encima de mí, pasé por terracerías, alejándome de mi realidad, me adentré en una casa abandonada y me senté al lado de la ventana para ver pasar la tormenta, mi cabeza no dejaba de pensar, estaba redundando en situaciones similares, pensamiento tras pensamiento, cayendo en los mismos escenarios, los mismos pasajes, sin poder salir, un bucle, empecé con un estado catatónico, empecé a ver los fantasmas del pasado, a mi lado, alentándome.
Mi mente fue frenándose con la voz de un ente, escuche con atención, reconocí su voz después de segundos, mi corazón empezó a latir más fuerte, la emoción empezaba a surgir como si fuera adrenalina, supe quién era cuando alcé la vista, tenía tiempo soñándolo, y extrañándolo desde que se fue, una vez que lo vi lo abracé de la emoción, el me calmó con unas palmadas en mi espalda y me pidió que me sentara de nuevo, me empezó a hablar de las aventuras que había vivido después de que partiera aquella primavera, con su particular forma que tenia de contar las cosas, me hizo estar atento a todo lo que decía, empecé a reírme de sus chistes, escuchaba sus carcajadas, sus anécdotas, después de unas horas yo empecé a explicarle el porque estaba en esta casa abandonada, el en ningún momento cambio de expresión, sabía que en algún momento me iba a cambiar su semblante para enojarse conmigo, pero no lo hizo, su sonrisa seguía ahí, estaba feliz de verme, por más que mi vida fuera un caos, por más que le haya quitado el sentido a las cosas, él estaba ahí para ayudarme, a regresarme de vuelta a la virtud, sabía que el estaría ahí para alentar cada cosa que yo hiciera, en la que creyera.
Nuestra platica duró toda la madrugada, no quería que acabara, me hizo recordar tantas cosas, me hizo sentir de nuevo, me mostró su ser, su esencia, su amor, me hizo entender que no en todo se tiene que razonar, hay cosas que tienen que fluir de forma natural para adjudicarles belleza. Antes de irse, me dijo que viera hacia al amanecer, que viera todos los colores que desprendía el alba, que sintiera lo que ocurría en mi pecho al observarlo, me enseñó de nuevo el amar las situaciones simples, a encontrar la belleza en las cosas simples.
El sol con su despertar fue coloreando todo, dándole su esencia, dándole vida, voltee a verlo con emoción, pero ya no estaba, ya se había ido, dejándome con todo tipo de sentimientos, pero emocionado porque volvía a sentir.
Héctor Quiroz.
*Ilustración: Saturno. 1638. Peter Paul Rubens.