Sólo la muerte que ya ha estado rondando tu vida, gloriosa y maravillosa, puede hacer terminar tu dolor de esa vida que te sobrepasa.
Esa palabra la entiendo ahora yo sola. Donde no tolera la mentira. Ya no quiero mentirme más.
No soy suficiente, no soy importante y por más sanaciones que me ponga no lograré el cometido de vivir confiada en la realidad.
No tengo equipo alguno más que la miseria de vivir creyendo que el bien existió alguna vez.
Mentir es un cuchillito sin filo.
¡Pero insiste!
Verás lo que pasa.
Como la gota constante en la cabeza del preso inmóvil. Es un dolor continuo. Casi sientes que te salvas, pero sabes que te termina perforando el cerebro. La muerte a cuenta gotas.
Cecilia Ávila Velázquez.
*Ilustración: HENRI PRIVAT LIVEMONT. LA OLA. 1897.