Me despertó una mosca a las cuatro de la mañana, suaves zumbidos ahuyentando sueños, al no poder dormir me levanté buscando algo con que aplastarla, sin embargo no la encontré más, nada de sus miles de ojos, sé que estaba escondida, sabiendo algo que yo no, y eso me quitaba más el sueño, dejé de buscarla y me puse a fumar, apagué la luz, comencé a escuchar como frotaba sus patas y después su aleteo, no hice nada para intentar matarla, recordé algo que había leído sobre ellas, su vida no pasa de los treinta días y creo que mi enemiga nocturna lo sabía, ese tal vez su ultimo día, las moscas saben de su mortalidad, nosotros al parecer no, ellas actúan con temeridad, se posan en mi comida sin miedo, las he visto coger sin temor a ser asesinadas en el acto, insectos que aprovechan cualquier desperdicio sin desperdiciar un instante, nos hace falta aprender de ellas, por eso cuando una se me acerca, pienso que no es tan malo ser una mosca.
Pablo Jara.
*Leonardo Alenza – “Sátira del suicidio romántico” (h. 1839, óleo sobre lienzo, 36 x 28 cm, Museo del Romanticismo, Madrid).
Solo a ti y a Antonio Machado he conocido que logren escribir acerca de las moscas con esa especie de candor…
Me ha encantado este texto. ¡Gracias por compartir!