Escuché como las palabras entraban en mis oídos, pero no sucedía el aliento, le dije suspiro a la memoria. Después observaba los libros y leía algunas palabras, palabras dadas a la casualidad, una por una, entonces surgía la seducción. La ceguera era de afuera hacia adentro, el contenido imaginario se extendía, pero se veía su finitud. Sonreía ya con otros labios y zanjaba a la lectura con firmeza: un corte de cabeza y la lengua morada sin poder pronunciar el Fin. Suspenso y una persecución de dedos queriendo escribir una última oración y el diminuto punto final. Narrar la realidad en papel firmado como mentira. Las palabras detrás de lo escrito son mi voz enmudecida, letras entre paréntesis y un siseo de puntos seguidos.
Casi al alba comprendí que se trataba del silencio.
Víctor Hugo Ávila Velázquez
*Ilustración: Gustave Doré – The Neophyte, First Experience of the Monastery. 1866-1868.