Y ahí estás en el aire, haciendo piruetas, cayendo de forma artística, buscando a tu salvador en tus pensamientos, rogando por no ser juzgado por los crímenes cometidos contra la vida, ¡Animal!, animales somos todos, seres vivos que convivimos en un mismo entorno, buscando sinergia, adaptándonos unos a otros, pero tu que sabes de eso, buscas convertir tu diversión en arte, en espectáculo público, algo tan barbárico como el sufrimiento de un ser vivo, que encolerizado te lanzó por los aires, defendiéndose de tu estupidez, este animal busca sobrevivir, sobrevivir de cualquier forma, defendiéndose de cada aguja que le clavas en el lomo, sangrando encolorelizado. Con adrenalina te envistió, y con justicia divina te lanzó por los aires, al darse la vuelta para repetir la hazaña, vio que bajabas mostrando un porte, mostrando una estúpida pose, tu cara mostraba una expresión artística como si fueras ese héroe que está buscando la aprobación de algún Cesar, en este caso el público elitista, que te va a describir como un artista hecho y derecho, va a revivir esa tarde en la monumental a sus hijos, a sus nietos. El animal te vio en el piso inconsciente, y con la fuerza del animal que es, con el porte que sólo los de su raza tienen, con la cornamenta te levantó y te envistió una segunda vez sobre esa cara socarrona de una manera tan artística que te quitó la sonrisa que estabas esbozando, te dejó desfigurado, te dejó casi muerto, te dejó tirado como la piltrafa de ser humano que eres, desdeñable.
Héctor Quiroz.
*Ilustración: George Stubbs. A Lion Attacking a Horse.