Andábamos por ahí, como animales, y en cierto momento, se nos ha dado la razón: la razón de ser. ¿Quién nos la ha dado? Ahí mismo nos vemos entre nosotros y con esta pregunta nos encogemos de hombros; reconocemos que no somos capaces de crearnos a nosotros mismo, mucho menos a nuestra razón y a la razón de nuestra existencia. Entonces, ya que se nos ha dado ¿qué hacemos con ella? Nos volvemos a mirar unos a otros avergonzados. Hay quienes se les ocurre que sigamos haciendo lo que ya hacíamos: andar, bien, eso está bien, pero a otros pocos se les ocurre contemplar, imaginar y crear: pensar. Adelante pues, vámonos yendo que ya fuimos prehistoria y avanza rápido la historia.
Con esos movimientos, el mito se hace presente entre nosotros, fue por medio del lenguaje, ¡oh, los cantos, los poemas y los cuentos! El fuego ilumina la cueva y sus pinturas, oramos por la caza del día siguiente, por el bien común, y es que, o somos nosotros o son esas bestias. Entonces somos nosotros. Es nuestra vida y es nuestra muerte. Ya bien lo sabemos, nos han contado lo que pasa con el hambre, lo que pasa sin el fuego, lo que pasa sin la ropa o lo que pasa si andamos solos por ahí sin otros hombres y otras mujeres. Nos necesitamos para seguir existiendo, por eso seguimos juntos por el pasado que nos cuentan. Tenemos que volver a contarnos una y otra vez las experiencias de nuestros antecesores, para nunca olvidar su existencia y su aprendizaje. ¡Oh, los cantos, oh, los poemas, oh, los cuentos!
Cantemos una y otra vez, con ese lenguaje tan propio de los virtuosos, lo que se manifiesta desde antes del origen hasta nuestros días, del tiempo fuera del tiempo. Algunos lo llamarán, a este uso del lenguaje, falacias, dogmas, embustes, mentiras, bien puedo seguir pero aquí me detengo para decirles que se llaman Mitos. El mito es aquello que ocurre en lo sagrado, y lo que en este momento nos importa es la creación de nosotros, y ¿Por qué a través del mito? porque la trascendencia de su mensaje está en aquellos símbolos que no se podrían tratar de otra forma, y esto lo hacemos y nos nace en la naturalidad de nuestra existencia, y es también en su misma incomprensión que nos da algo más, ese algo sagrado. También se nos permite, con los textos míticos, acercarnos a ese plano hermoso de sabiduría ancestral. Es lo que heredamos como especie y sería un mal ignorarlos o rechazarlos por cualquier motivo.
Abrazamos a los mitos ya que en ellos buscamos el principio explicativo de lo real. Así como también el orden donde hubo caos, o del cómo vivir en empatía y armonía, y todo a través de las palabras, así pues, las cosmogonías y las teogonías son significativas para la existencia de los hombres. Los mitos no quieren decir que estén fuera de la razón, y es que esa es una razón, una de tantas, o un razonamiento tan capaz que logramos de forma natural. Dictar o comparar mitología con o contra la razón, es una vulgaridad, es una estupidez, esto va más allá. No se trata de eso. Son cosas tan incomparables que en cualquier caso se llegan a apoyar una a la otra, armonías que van de la mano. El mito es la palabra que alimenta el qué de nuestra existencia.
Víctor Hugo Ávila Velázquez.
*Ilustración: Escena del pozo en Lascaux. (En ella un hombre yaciente con cabeza de pájaro, junto a un bastón coronado con una figura también de pájaro. Frente a él un bisonte malherido por unas lanzas, en actitud de cornear o haber corneado al hombre-pájaro y al que se le escapan del vientre los intestinos.).