El Gato. Melina Aldana.

Si fuera coleccionista recolectaría las sonrisas más blancas y perfectas que pudiera, las usaría de espejo y alimentaría mis ojos con mi reflejo. Me convertiría en luna por una vez. Todas las noches viene un gato percudido a visitarme, sé que no le agrado, está aquí por el alimento que le dejo, los gatos no se dejan amar por cualquiera, en especial este, no me permite tocarlo, es arisco y muy flaco, la humanidad lo ha convertido en lo que es, como a mí, y a todos. Fuera de mi casa hay un enredadera verde y lamosa, ahí duerme el gato escondido a las horas pico de la ciudad. Mi madre recrimina este acto, me dice que los gatos son del diablo y pienso que es más diablo quien no sabe dar amor.

El gato maúlla, no me habla para que lo alimente, esto es distinto, es un gemido de dolor, descubro que es gata y que se está apareando, salgo y como puedo asusto al gato macho que le acaba de desgarrar la vagina. La gata en agradecimiento me dijo que habría un augurio para mí, susurró un mensaje en mi ventana: -prepárate dulce niña porque esta noche perderás lo que cuidas en tu vientre, te dolerá tanto que no pararás de llorar por dos días, dolerá como lo que nunca te ha dolido en la vida, el dolor siempre estará y tendrás que acostumbrarte hasta el final de tus días. Confía sólo en aquellos que se pondrán en tu lugar por 5 segundos, como tú lo has hecho por mí.-

 

Melina Alejandra González Aldana

* Favola. Gustav Klimt.

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