Mis manos se arrugan, se vuelven cenizas.
Mi sangre jamás fue azul, es negra como el alquitrán de mis pulmones. Mi sentido del humor, no tiene risas.
Tengo un incendio dentro del pecho, no necesito la luz de un camino pues siempre estoy rodeado de nubes obscuras, me recuerdan a mi vieja alma.
Si tú te vas al norte yo tomaré el sur, hoy no hay mejor destino que el que nadie sigue.
Siempre hay un alma agonizante por encontrar en el sur, pero yo no busco un perdón ni una redención, no en este frío y desolado lugar.
Aun así logro ver una débil lucecilla, aun así me guía por un camino.
Enrique Husim.
* Maurice Denis – “Los árboles verdes o las hayas de Kerduel” (1893, óleo sobre lienzo, 46 x 43 cm, Museo d’Orsay).