Claroscuro. Héctor Quiroz.

Sentado en la oscuridad estoy, profundo en esta cueva, oliendo el olvido, castigado por mi creador, por el guionista que me condenó a esto. Los argumentos no faltaron en mi juicio para demostrar mis actos de inocencia, hubo muchos que abogaron por mí, pero el creador es severo, todos mis argumentos fueron desestimados simplemente porque él no los aceptó. Él se autonombra un ser magnifico, único en el universo, alguien bondadoso pero castigador también, alguien intachable, un megalómano, su moral es tan flexible que puede tomar decisiones como él quiere sin ser cuestionado y castigar de acuerdo a su conveniencia, desde su divinidad decide quienes requieren pruebas en el camino, influye en guerras para que sean luchadas en su nombre, por mera diversión disfruta de pedir sacrificios a sus más fieles seguidores, matando a sus primogénitos, con la promesa de una eternidad sin sentido, es interesante como la gente sigue pensando en el de manera benévola.

Yo estoy aquí abandonado, purgando mi sentencia, haciendo acto de constricción por las “maldades” que realice, esperando el llamado de algún mortal, sin embargo, la persona que se atreva a llamarme por mi nombre estará maldito de por vida, interesante que el eterno tenga la capacidad de maldecir a alguien, interesante que el llamarme les quite la eternidad a las almas perdidas de este plano, en nombre de él les daré un castigo ejemplar, todo esto para tener satisfecha a esta divinidad.

Cada noche recuerdo el día cuando fui culpado por “mis crímenes”, yo solo buscaba que la gente no sufriera, que los castigos del ente egoísta no fueran tan severos para la gente, buscaba ser un facilitador en la vida, que la gente no batallara con los problemas, los primeros seres que vi estaban abandonados a su suerte en un mundo donde eran simples espectadores de una vida sin matices y de una sola verdad, estaban desprotegidos de alimento, desnutridos por alguien que solo los veía de forma morbosa detrás de las nubes, poniéndoles trampas moralistas para satisfacerse. Y una vez aburrido, el Ente virtuoso les empezó a poner trampas en el camino, para que fueran tropezando, fueron días que tuvimos que aguantar sus risas a costa de estas pobres almas, es entonces cuando les puso una tentación arriba de aquel monte, les colocó aquel árbol con bellas frutas, ellos no sabían de que trataba, porque no tenían inteligencia propia, solo eran recipientes sin conciencia, el creador solo les dicto las reglas de su nuevo juego, nada de probar aquella fruta. Ahí es donde vi mi oportunidad, quise entrar en el juego porque ya estaba harto de sus malos tratos hacia ellos, muchos de los que estábamos ahí sentíamos lastima por estos seres, queríamos darle una lección al titiritero, entonces en un descuido la busque a ella, para brindarle un poco de mi conocimiento, le sembré la duda, la incertidumbre, le di certeza a su vida, le di ese pequeño empujón que requería, probó de aquel fruto que estaba prohibido por la deidad, la compartió con su desnutrido compañero, y es cuando ambos fueron impactados por la verdad, la conciencia tomo el control de sus vidas, se dieron cuenta que estaban siendo usados, el celador emberrinchado como un niño, ya no quiso jugar más con ellos, los condenó a una vida en otro plano y los expulsó de su mundo ideal. Todo quedó abandonado, el Señor estuvo enojado por 7 días, sin hablar con nadie, entonces en el octavo día empezó a sospechar de todos nosotros, a todos nos hizo juicio, todos me señalaron con el dedo como el único culpable, yo valiente acepté mi castigo, no iba a mentirle, quería enfrentarlo, quería demostrarle que era un ególatra y un sinvergüenza. Me expulsó de su vida ideal, me condenó a estar entre las personas, estas que entre más se multiplican no entienden su propósito, sin embargo, el mío siempre es buscar ayudar a la gente que me llama, porque yo no soy el que condena esta gente, quien condena a la gente está allá arriba en su trono, buscando como quitarse el ocio y riéndose de nosotros.

Héctor Quiroz.

*Ilustración: Salvator Rosa: Saul and the Witch of Endor. 1640.

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