Volví a ver a esa morrita y recordé todo, esperándola a la salida de la secu, la siete, me gustaba admirarla y dos veces al día tenía chance de verla, la primera ella entrando y yo saliendo, la otra 7:45 de lunes a viernes, la seguía de lejos, montado en mi rila para huir en cuanto me viera, pero lo bastante cerca como para seguir admirándola, nunca pude hablarle, esa cobardía día a día me perseguía, así durante dos años, mucha agua corrió y después de un puño de años la vi saliendo del mercado, escoltada por tres chamacos y cargada de bolsas, reconocí su mirada, de los demás no había ya nada, y por el pasado le ofrecí mi ayuda, mamacita ¿te ayudo?, se dio vuelta, me escaneó de pies a cabeza deteniéndose en mis ojos por unos segundos para sólo gritarme ¡Nunca se te quitó lo mariguano! Y se alejó velozmente, lejos de estar avergonzado, sonriente levanté el porro que había arrojado al suelo y caminé muy Felipe, ella sabía de mí.
Salinas Ulloa.
*Mercado fragmento mural. Diego Rivera. Palacio Nacional