El viento sopla fuerte afuera en esta fría noche de invierno, grita cuando pega con las paredes de la casa, erosionándolas con su fuerza, cimbra las puertas de mi casa con fuertes golpes, quiere entrar, quiere allanar la tranquilidad, quiere provocar caos, que todo se vuelva improbable, quiere llevarse el alma de los difuntos con él, y arrebatar las almas a los cobardes, los que vagan por las calles sin sentir nada, solo escondiendo sus sentimientos dentro de su cuerpo, los que no sienten amor alguno por los demás, ni por ellos mismos, paseándose con sus espejos pomposamente por la calle. Los gritos se escuchan a lo lejos de estos pobres sucumbiendo ante el viento torrencial, destrozando su cuerpo y arrebatándoles el calor dentro de ellos, quitándoles el alma, devorando su carne, el barullo de los cobardes se escucha cada vez más cerca de mi hogar, los lloriqueos pasan como si fueran sirenas de ambulancias, unos cuantos golpean mi puerta para que los deje pasar, pero no, no puedo ayudarlos, no hay nada más que pueda hacer por ellos, las cosas deben tomar su rumbo, el caos debe ser un eje para que todo cambie, para que todo se vuelva a crear, que todo renazca de nuevo, que toque lo mas profundo de la sociedad, yo esta vez solo seré espectador atrás de las cortinas, presenciando la masacre como si fuera una película, saboreando las emociones que emanan de las caras de estos cobardes, viendo sus ojos abrirse de miedo cuando el viento se los lleva, escuchando como sinfonía de los viernes como sale su ultimo aliento de su cuerpo, riéndome a carcajadas como se cagan encima del miedo como una buena comedia, saboreando su desenlace con el sabor amargo de mi boca, oliendo la sangre que empieza a apestar en la calle, no hay nada mejor que un festín visual, un buen drama desarrollándose ante mis ojos críticos. Después de horas de purga y extasiado por todo lo que pude sentir, los cobardes sucumbieron y el viento torrencial por fin paro, el sol haciendo acto de presencia se comió la oscuridad e ilumino mi conciencia, evidenciando el cambio de temporada, el calor había vuelto.
Héctor Quiroz.
*Ilustración: In the Waning Days of the Solitude es de Paul Bond.