Adiós a esta casa, adiós a la vida que hubo dentro de ella, me despido del numero 20 de la calle del arco, con 22 cosas por definir en mi cabeza, me despido con nostalgia, pero con vida, y me despido de todo lo fue despojado dentro de ella, sólo los recuerdos y vivencias quedan en mi mente, siempre recordare cuando llegué a ella, emanaba frescura visual a través de las ventanas, pájaros cantaban en los árboles aledaños, todo era una armonía, la tranquilidad siempre estuvo presente.
En el transcurrir del año se tuvieron que hacer ciertas modificaciones para darle mantenimiento y se tuviera en pie, sin embargo, nuestras luchas internas hicieron que pintáramos de gris para darle otro matiz, eso nos convirtió en seres grises sin notarlo, el color fue absorbiendo nuestra esperanza y destruyendo la sinergia que logramos.
La primavera llegó de manera repentina con su calor temible, calentó nuestras almas y nuestras mentes, fuimos despojados de la frescura que nos caracterizaba, la primavera dejó cicatrices profundas en nosotros con malentendidos, fue la que empezó a destruir los ya jodidos cimientos de la casa.
El tiempo se volvió gris con el comienzo del verano, todo comenzó a verse del mismo color en nuestro entorno, los pájaros empezaban a silenciar sus cantos, se ocultaban lejos de nuestra casa para refugiarse del mal clima, y el silencio entró como humedad por las paredes de la casa, este exceso de gris destruyó mis nervios y el de los inquilinos de la casa. Nuestra mente empezaba a percibir la verdad que siempre solapábamos, y el agua desenterraba los cimientos destrozados que en algún tiempo eran indestructibles. La paciencia se iba agotando, decaíamos en la oscuridad con el retumbar de los truenos, y veíamos nuestra esquelética forma con el resplandor de los relámpagos, moríamos cada noche, mudos ante la inacción, y renacíamos con el despertar de cada día.
Mis pensamientos humedecidos por tanta agua, y los cimientos de la casa crujían cada vez más de manera más estruendosa, hizo que tomara acción, renuncié a ciertos pensamientos que me estaban consumiendo y destrozando, y al instante sentí libertad, sentí ligereza, tomé una bocanada de aire que me hizo salir del gris, todos en la casa lo sintieron, todos notaron la diferencia, coincidió con la salida del sol, los pájaros regresaron con sus cantos nuevos bríos llegaron, pero la oscuridad nos asechaba sin saberlo de nuevo.
El otoño comenzó con sus vientos huracanados, trajeron nubes de diversos tamaños, grises y frondosas, se llevaban las hojas de los arboles y ensuciaban las calles con sutileza, el viento fue lo que terminó por destrozar la casa, la rápida lucidez se convirtió en rápida oscuridad, la bocanada fue robada de mis pulmones por la nueva temporada, los días se volvieron mas cortos, todo se juntó, lluvia, aire, días calurosos, y llegó ese momento donde las ideas se secan, y todo se derrumba, ya no había mas que hacer, la casa empezó a caerse empezando con el cuarto de atrás, el inquilino que vivía en ese cuarto no aguanto más y se fue, dejándonos pesadez y soledad, al siguiente día otro cuarto cayó, el inquilino corrió y salió gritando, toda la noche escuché su grito ahogándose en la oscuridad de la noche, me quedé solo en la oscuridad abrazando mis piernas, ya no había nada más que salvar, todo se había caído, el invierno sólo trajo mas frío y vacío a mi pecho, secó la esperanza y las expectativas.
Y aquí estoy en la calle del arco numero 20, con 22 cosas que hacer en mi cabeza, en una noche fría de invierno con polvo y humo a mi alrededor, preparado para dejar ir mi pasado, y seguir en el camino sinuoso, volteo a ver la casa y las llamas salen por el único cuarto que sigue en pie, “A la mierda” pienso en mis adentros.
Héctor Quiroz.
*Ilustración: Anonymous. Danse Macabre. 18th century.