Apretadas las lecturas, con ganas de que no sean hojas, sino ramas que aguanten el peso de los ojos.
Se sabe bien que los oídos sobran, por ahora, al menos hasta que se ocupen cuando nos veamos los rostros felices de venir, de estar y de hablar.
Los compañeros vienen a dar lo que acariciaron, sus tentativas sobre un entender, y bondadosos, los bebemos, los fumamos, los cantamos y los contradecimos.
Así de simple como afirmar, con la cabeza, lo que sí, o bien, negarlo hasta que se nos sale esa voz que interrumpe otros gritos.
En esas ocasiones se les exige callar el hocico que ladra y aúlla cuando la noche ya está adelantada.
Víctor Hugo Ávila Velázquez
*Ilustración: Rembrandt Harmensz. Van Rijn. Heads of orientals. 1635.