Miedo. Héctor Quiroz.

Era de una noche fría como las que noviembre suele dar, iba con mis amigos caminando sobre esa calle larga llena de tristeza, las luces de la calle eran de color frío, todo llegó en un instante, la luna pasó por encima de nosotros con rapidez, era roja, esto esta mal pensé en ese momento, estaba cayendo, el miedo me recorrió por todo el cuerpo, me quedé paralizado viéndola caer, al pasar los minutos todo se transformó y levanté mi vista al cielo y este era naranja rojizo, la luna había desaparecido, bajé la mirada y me di cuenta que estaba solo, todos se habían ido, un sentimiento de melancolía inundó mi pecho. Comencé a caminar sin sentido por esa calle, ¿a donde se había ido todo el mundo?

Al final de la calle vi una puerta abierta, a lo mejor alguien dentro me pudiera decir que estaba pasando a mi alrededor, al entrar sentí un frío ya conocido para mi, y tuve la sensación de que ya había estado ahí, mi corazón latía fuerte mientras paseaba por esa habitación, no había nadie, todo estaba en silencio, sólo mi respiración se escuchaba, una vez que mi vista se acostumbró a la oscuridad reconocí donde estaba. Ese cuarto pequeño con una cama en el centro, con los muebles llenos de polvo, el olor a soledad seguía igual, y esas cortinas sucias que duraron una vida sin cambiar, todo era igual, y el estaba ahí, mi cabeza empezó a dar vueltas, me desvanecí.

Una vez que recobré la conciencia me encontré acostado sobre la cama, estaba acompañado, lo vi parado al lado de la cama, era esa sombra que siempre me había atormentado, que me visita cada vez que requiere de mi, esa que me deja sin energía, sin esperanza. Mi cuerpo estaba paralizado, otra vez estaba en su redes, sentí pánico por no poder moverme, busqué algún tipo de ayuda en el cuarto, fue en vano, evitaba voltear hacia la sombra, estaba desesperado, traté de gritar pero no salió nada de mi boca, el ambiente se volvía mas pesado, cerré los ojos esperando a que acabara con lo poco que quedaba de mi, rogando que se fuera, cuando abrí los ojos de vuelta, la luz de la luna entraba por la ventana, se escuchaba el cantar de los grillos, y los ladridos de perros a lo lejos, el mundo había vuelto. Me incorporé de la cama, estaba solo, tenía lágrimas en los ojos, se había ido con mi esperanza.

Héctor Quiroz.

*Ilustración: Desnudo reclinado. Carlos Baca-Flor.

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