En el inicio lo hubo todo: montañas, ríos, llanuras, árboles, animales e incluso unas bestias descerebradas que se movían con una lentitud y desinterés impresionante. Entonces, hubo un estruendo de promociones cósmicas y la luz del universo se apagó durante un segundo entero. Cuando la luz regresó las montañas, ríos e incluso los animales seguían ahí, pero las bestias descerebradas comenzaron a transformarse, se irguieron y empezaron a emitir sonidos entre balbuceo y tarareo, empezaron a moverse con mayor velocidad, a construir chozas, a formar comunidades cada vez un poco más grandes y más complejas, así generación tras generación durante 1,000 años, hasta que de repente un día como cualquier otro, al ponerse el Sol hubo un gran estruendo y entonces toda la luz del universo se apagó durante 2 segundos enteros, al regresar la luz, estas bestias, ya alejadas de este concepto por la evolución que habían sufrido, comenzaron a asesinarse los unos a los otros, sin razón aparente ni provocación previa. Se asesinaron hasta erradicar casi por completo su población, con excepción de 4 personas, 2 hombres y 2 mujeres, quienes con la intención de poner fin a la masacre hicieron un pacto, 1 mujer de una familia asesinaría a la otra y lo mismo con los hombres, para así quedar sólo 1 pareja de familias diferentes, quienes crearían lazos y traerían progenitores para repoblar el mundo, erigido sobre los cadáveres de sus ancestros.
Y así fue, pues gozaron de paz durante 5,000 años, lograron construir grandes máquinas para hacer su día a día mucho más sencillo, desarrollaron lenguas diversas para comunicarse, crearon la música, pintura, literatura, escultura, entre muchas otras formas de expresión artística, al término de estos 5,000 años, hubo un gran estruendo, uno que privó de luz a todo el universo durante 5 segundos enteros, al volver la luz todo seguía ahí, las montañas, los ríos, llanuras, árboles, algunos animales, e incluso unas bestias descerebradas que andaban lerdas y con desinterés general.
Diego Estrada Gutiérrez.
*Ilustración: Joachim Wtewael. The Golden Age. 1605.