Herencia. Diana Rosales.

Soy hija de una bruja. No, no es broma ni lo digo porque mi madre sea malvada y fea como las brujas antagonistas que aparecen en los cuentos de Andersen y Grimm. Mi madre es hermosa y bondadosa. Y es una bruja. Me consta. Ella cree que guarda bien el secreto pero yo la descubrí. Cuando tenía 3 años la vi ponerse un vestido con un elegante movimiento de manos sin tocarlo y nos hizo flotar por el techo del cuarto a mi hermano y a mí. Seguro creyó que no lo recordaríamos pero yo jamás lo olvidé.

Comencé a poner mucha atención en todos sus movimientos. Se maquillaba en un segundo con un solo parpadeo. Flotaba por toda la casa montada en una nube de brillantina dejando todo reluciente a su paso. Usaba sus poderes telepáticos para teletransportarse de su trabajo a donde quiera que sus hijos la necesitáramos: con un dulce movimiento de nariz cualquier problema estaba resuelto. Hacía aparecer manjares increíbles y deliciosos incluso con el refrigerador vacío. Curaba cualquier raspón, golpe o dolor con su poderosa sonrisa y sus cantos invocaban perfectos hechizos de protección.

Conforme fui creciendo empecé a dudar. Creí que todas esas cosas mágicas eran delirios que provocaba mi mente llena de admiración por ella. Paulatinamente los eventos extranormales se redujeron a cero. No sé si ella se debilitaba o si yo dejé de poner atención. Los trece son una edad difícil. Importante. Ya no había nubes de brillantina en la casa y los hechizos de protección perdían efecto, o al menos eso sentía yo. A mis 19 vi la sonrisa de mi madre desvanecerse por completo. Entonces me convencí de que todo el asunto de los poderes había sido producto de mi imaginación. Pero me equivoqué. Ella hizo magia de nuevo. La vi claramente arder en una hoguera voraz. Consumirse. Las llamas devoraban todo su ser. Ella cree que nadie la vio pero yo la vi. Surgió de las cenizas, más bella, más sabia y más poderosa que nunca. Y su sonrisa volvió a donde tenía que estar.

No me quedó duda. Soy hija de una bruja. Ella cree que nadie lo sabe, pero yo lo sé.

¿Seré  bruja yo también?

 

Diana Rosales.

*Abbott Handerson Thayer (1849-1921), A virgin, c.1892-93.

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