Le pregunté a mi padre por qué a los boxeadores no les causaba dolor los golpes de su contrincante, yo no podía imaginar a alguien golpearme tan fuerte y yo seguir avanzando hacia él, inmune al dolor y queriendo recibir más, no entendía el sacrificio, sólo dijo que el dolor de ellos es diferente al de nosotros, no dijo más, siguió animando a su peleador, a su ganancia, en ese momento su respuesta no me dijo nada, ¿pelear por gusto no causa dolor?
Todavía recuerdo los jueves de boxeo en el Gimnasio municipal, cada semana iba con la idea de descifrar en las peleas, la respuesta que había recibido con respecto al dolor de los boxeadores, en la búsqueda del dolor sólo encontraba fiesta y bullicio, se encuentra el pueblo reunido alrededor de dos hombres que buscan acabar con el otro, apoyando con gritos y con mentadas de madre, se escuchan los mejores entrenadores dando consejo a los púgiles, amateurs y profesionales se golpean, algunos hasta casi matarse, para nada mas al escuchar un abrazarse y besarse como hermanos, aún me sorprende como el simple sonido de la campana ocasiona que todo vuelva a la normalidad, y así mismo haga que las hostilidades reinicien, asemejando a los perros que comienzan a ladrar al escuchar ese silbato imperceptible al oído humano, sin embargo sé que existe una norma moral que rige el actuar de estos llamados salvajes, los salvajes no bailan así, moviéndose y contoneándose por todo el ring, los salvajes no golpean por la espalda ni dan golpes bajos, ellos entienden que son hermanos del mismo dolor, hijos del infortunio que los obliga a recibir golpes y llevar cicatrices físicas y morales, tal vez mi sangre al ser tan caliente concibe rencor donde ellos ven camaradería, y sin embargo de estos seres que golpean primitivamente, de estos obreros del cuadrilátero, se han forjado ídolos nacionales, leyendas históricas. ¿Pelear por reconocimiento no causa dolor?
Llego un momento, después de tantas funciones de boxeo, cientos de rounds, cientos de campanadas, en el que el dolor no me era importante, no me preguntaba el porqué de los golpes, empezando a disfrutar de los golpes fue que comencé a entender este oficio (con esto me doy cuenta que la violencia es disfrutable mientras se establezcan y respetan normas, cada quien sabe a lo que le entra), El dolor crea, los huesos rotos forman parte de la vida de un boxeador, quiebran lo que golpean, se quiebra contra lo que es golpeado, entre más rompas más asciendes. Sin embargo este deporte no es para todos, que se necesita para entrarle a los chingadazos y vivir de ello, quien tenga esa pregunta le digo que la respuesta no la encontrara el día de la pelea, sino en la preparación para ella, en el gimnasio.
“Para ser campeón se necesita tener hambre”, con esta frase te recibe el gimnasio de boxeo de mi colonia, donde están desde los niños que son llevados por sus padres dada la disciplina y la exigencia física y mental que conlleva esta actividad, también podemos ver a los que ya cobran, los que “viven” del box, ahí están los que entraron por que es más sencillo tirar golpes y recibir dinero por ello que trabajar para la empresa automotriz recién llegada a la ciudad, narices chatas, orejas de coliflor, dedos rotos, cejas cortadas, costillas rotas, orinando sangre y aun así “ganas cinco veces más en treinta minutos que en jornadas diarias de doce horas en las fábricas explotadoras de los japoneses”, suelen decir varios de ellos, ¿Cuál tendrá mayor riesgo laboral? Eso no lo sé, también están los que un padre golpeador o barrios peligrosos los obligo a aprender a defenderse, “la vida me ha dado más palos” dice un joven mientras hace sombra frente a un espejo, sin duda el dolor de la calle, el dolor de cada vida no puede compararse a doce rounds contra un oponente en igualdad de condiciones, con reglas escritas y establecidas y con normas morales aceptadas por ambos, lamentablemente la vida diaria no te da esas facilidades, existe más riesgo en las calles por la incertidumbre, las dudas de cada día, al menos suben a un ring asumiendo el riesgo de morir como algo inherente a su forma de vivir, se mata y se muere, aquí no se asesina, se toma la vida. Es por eso que avanzan hacia los golpes, la inmolación es parte de la reivindicación como individuo, el que no arriesga no gana, se pone pecho a la vida como a los puños, se golpea la carencia, se golpean los sacrificios con la esperanza de que lleguen triunfos y reconocimientos. El hambre es la tierra en la que germina el posible éxito, aunque también puede ser donde entierres al hombre.
Ahora creo entender que el dolor de los boxeadores es diferente al de los simples mortales porque viene precedido del sufrimiento, en sentido inverso a “nuestro” sufrimiento que es anterior al padecimiento, la ausencia es suplida con dolor, el dolor como motor, la sangre derramada aquí es combustible, no deterioro. El dolor crea, hay quien afirma que es un arte, el arte de la guerra, la estrategia propia sobre el rival debe prevalecer mientras se es atacado, a donde moverse, a donde no hacerlo, en que momento y donde golpear, no es solo lo que parece, no es como el tenis, en el que si te equivocas es un 15- 0, en el boxeo puede ser la vida misma.
Hace poco leí una entrevista realizada a Barry Macguigan, antiguo campeón irlandés, en la que afirmaba haberse dedicado al boxeo al darse cuenta de que nunca podría escribir grandes novelas o sublimes poesías, afirmaba que un escritor se desnuda para ser admirado, se muestra tal como es, entiendo que un boxeador hace lo mismo, vive de sus manos, de lo que la mente les ordena que hagan, romper huesos para ser y para subsistir, empuñar la mano y tomar la pluma puede salvar, puede curar e incluso redimir, en tres minutos puedes crear arte con el dolor.
Pablo Jara.